Viernes, último dÃa de la semana y un merecido descanso para el sábado y domingo.
HabÃamos tenido una semana bastante activa y como corolario se programó un operativo para todo el Escuadrón, por escuadrillas, en navegación con regulación de hora de llegada, por los cuatro rumbos cardinales y tiro en la III Br. Ae. a la misma hora.
El apoyo técnico y sus petates, en un DC-3 y directo a RTA para recibirnos. De mas esta decir que, como siempre, habÃa que aguzar los lápices y llegar a exactamente a la hora prevista, pues las gastadas posteriores podÃan resultar catastróficas a la hora del asado con el cual nos esperaban.
Y asà fue, todos partimos y si mal no recuerdo 11 canberras desparramados por el centro y norte del paÃs. Navegación sin novedad, ninguno regresó por fallas y todos allà estuvimos, de acuerdo a lo programado y ninguno tiró sus bombas fuera de Santa Fe.
Excelente, brillante y la superioridad; más que contenta.
Abajo todo el mundo, acondicionar los aviones, juntarnos y todos al casino. Venia la mejor parte. Éramos, al menos eso creÃmos, merecedores de al menos un choripan. Y no lo Ãbamos a dejar de lado.
Era julio, pero hacia calor y ni hablar de la humedad. Todo un asado campechano, pero manteniendo medianamente la compostura, acorde con la época. Todo de diez. 22 pilotos, 22 navegadores, la crew del DC-3 , los mecánicos y los infaltables adicionales. Todo un equipazo, todos mirando por todos y en una armonÃa sin parangón y que se prolongó por decenas de años.
Y como lo bueno dura poco, habÃa que empezar a pensar en el regreso.
A eso de las 16:00, el Jefe de Escuadrón, VCom. Plessel, pide al brujo de turno la meteorologÃa. Cuando llega, células convectivas por allá, por acá, por el norte, por el sur, por todos lados. “Bien, esperemos la evoluciónâ€. ½ hora y nada evolucionaba. Y asà transcurrió el tiempo. Mientras tanto: “…traigan el estado de combustible de los aviones…â€. Pasaron 33 años, y si mal no recuerdo, habÃa que tener 2.400 lbs. con nivel 200 y en la vertical de Paraná. De ahà para abajo, ni hablar. A cargar combustible en donde sea. Si, en donde sea, y éste era el nuevo temita en cuestión. Reconquista solo se movÃa a nafta; ni una gota de JP.
Dos aviones tenÃan mas o menos 2.600 y 2.800 lbs., el resto sin novedad. Resistencia, Corrientes y Goya, bajo mÃnimo. ¿ Cómo esta la ruta a Paraná?. “…yyyy todo cubierto….reportan Cb alrededor de Sta. Fe…â€.
Y el Jefe de Escuadrón toma la decisión: “…todos a los aviones, el DC3 carga lo que trajo, despega primero y nos va actualizando la ruta. Nosotros en los aviones escuchando los reportes y de a uno iremos despegando. Yo iré en el B-102 que tiene menos combustible, Maldonado viene conmigo, y Comellà en el otro; elija su navegador. Escudero, Sr…â€. “… Comelli, Uds despegaran penúltimo y nosotros en último lugar…solo nosotros mantendremos energÃa externa permanente, para no consumir combustible…cuando le dé la orden pone en marcha y se va; luego lo haremos nosotros….â€
“… La ruta esta cubierta de Fl 100 para arriba. A unas 25 mn, sobre la ruta y antes de Paraná hay Cb. Rodeándolo por el Oeste y entrando por Sta. Fe, no hay problemas..â€, nos comentaba el Cap. Briend. Acto seguido comenzaron los despegues y fueron llegando a destino. Ya eran las últimas luces y despegó Comelli. A los 10/15 minutos despegamos nosotros. Nuestro mecánico, en aquel entonces, el Cabo………, nuevo en estas lides y que creo era la primera vez que volaba en este avión. Fue quien colaboró en quitar la energÃa exterior, subir, cerrar la puerta, sentarse y atarse los 11 cinturones, correas, oxigeno y demás artÃculos que son necesarios para el asiento eyectable, y todo esto en el tiempo de meterse a la pista (estábamos en el borde de ella) y despegar, digamos 2 minutos. Mientras lo hacia, lo miraba de reojo y me dio la impresión en varias oportunidades, que se estaba atando mal. En el momento del despegue le pude quitar los pines del asiento y que sea lo que Dios quiera.
Las bases de la nubosidad ya estaba bajando y nosotros subiendo tratando de salir por encima de ellas. 200, 220,260 y en los 280 salimos, pies más pies menos. De todas maneras, mas alto menos consumo, en eso estábamos acertados. Y nuevamente nos metimos en la capa, pero allà seguimos; siempre sobre la colorada. Estábamos en contacto con la TWR PAR, manteniéndolos informados. Ya todos habÃan aterrizado. Nos esperaban a nosotros.
-“… Sr, dentro de 3 minutos vamos a hacer un viraje por la derecha a rumbo 240° y asà rodeamos el Cb…â€. “…Bien..†.
-“… Sr. Viraje por la derecha a 240°â€. Silencio.
-“… Sr. Por la derecha, que lo tenemos al frente…â€
-“… Se ve bien por este nivel, voy a seguir porque veo claro, la nubosidad esta flojita, como algodón…â€
No deben haber pasado mas de 3 minutos y toda claridad que irradia el volar entre las nubes, se transformó instantáneamente en negro. Negro absoluto, y le pegué el grito a PAR:
-“… ¡Nos metimos en el cumulus nimbus ¡ “, y adiós con las comunicaciones.
-“… ¡URGENTE ABAJO ! â€, le ladré a mi jefe y lo hizo reduciendo la potencia.
ImagÃnense una caja de zapatos con piedras adentro y sacudidas violentamente. Bien, la caja era el avión y las piedras éramos nosotros y todo lo que anduviera suelto por allÃ. Corte de energÃa total, sin comunicaciones, sin instrumentos de ningún tipo, un silencio mortal, sacudidos y dados vuelta en todos los sentidos sin ninguna contemplación. Mi compás de puntas secas, fue encontrado tiempo después debajo del asiento del piloto; ¿ cómo fue a parar allÃ?, no lo sé. De hecho no hirió a nadie.
Tal era la vorágine externa e interna, allá, a unos siete mil metros, que pensé en una eyección como solución. Pero instantáneamente me dije: NO, si el paracaÃdas se abre, llegarÃamos cascoteados al suelo y con la seda hecha un colador. PoquÃsimas probabilidades de llegar entero. Estábamos en medio de la torre, el chorro descendente y turbulento nos tiraba para abajo de cualquier forma y el gran Vice luchando por mantener el animal más o menos estabilizado.
El único instrumento que quedo funcionando, fue el radio altÃmetro. Instrumento chiquito y que brillaba mas que nunca. El fiel giraba como ventilador, y era lo que me daba la certeza que bajábamos a velocidad vertiginosa. Me daba la impresión que saltaba de 5.000 en 5,000 ft.
20 , 15 , 10 , 5 , 2 , 1.000 ft. y a los 800 y algo de ft., el jefe logro estabilizarlo y salimos volando como Dios manda a unos 700 ft. , dando motor suavemente. Estos dos buenos muchachos, nunca se detuvieron, a pesar del hielo el diluvio de agua. El avión propiamente dicho, y contrariamente a mis pensamientos que se partirÃa en mil pedazos; tenÃa todo lo que debÃa tener. Y por lo que sentÃa, respondÃa de mil maravillas.
¿Y ahora? ¿Por donde andamos? ¿De que lado del Paraná estamos?, y en estos momentos surgen las preguntas más insólitas. Intercomunicador, no tenÃamos. Y a los gritos le preguntaba al jefe si podÃa volar….. No escuchaba nada, pero seguÃamos volando. De un lado para otro. Buscando una referencia, una ciudad, algo. El ignoraba si nosotros estábamos o no estábamos, si respirábamos o no. Nada.
En un trozo de papel que encontré por ahÃ, le pude escribir que pusiera rumbo 270°, encontrara el rÃo y fuera hacia el sur. O encontraba Paraná o encontraba Rosario. Se lo quise pasar, pero no hubo caso. Lo que sÃ, note que se iba de un pueblo a otro, de luces de pueblos a otra. No sé cuanto tiempo volamos de esta manera. Hasta que haciendo un nuevo intento por VHF, salió al aire mi amigo Briend.
HabÃa escuchado mi único llamado allá arriba. Y se mantuvo en vuelo en la vertical de Paraná, como retransmisor y desgañitándose de tanto llamarnos.
– “…¡NEGRITO! ¿ Están bien, donde están?. “………Bien gracias, aún estamos volando…†y le relate somera y velozmente la situación.
– “… en este momento estamos girando en un pueblo, pero es muy chico. No sé que es. Espera que agarró para otro lado…â€
-“…éste es grande, muy grande, pero de no es Paraná. ¿Cómo me escuchas ?. Bajo pero te entiendo.
-“…Estamos volando paralelo a una ruta al lado de la ciudad, como si fuera una inicial, me parece que intenta aterrizar…â€
-“…Cantame el combustible…â€
– Estirándome para ver los liquidometros: “… cero el 1, 150 el 2 y 100 el 3…â€, le conteste. A ese nivel el consumo es de unas 110 lbs. por minuto. No quedaba para mucho y de hecho el intento de aterrizaje en la ruta, era sà o sÃ.
-“…Estamos entrando en básica..†“…. Pasame el combustible..â€
– “… cero el uno, unas 50 el dos y cero el tres…†¡Luz ámbar del motor 1 encendida !. “… entramos a final. Ahà esta parpadeando la del 2…â€.
Y no hablé más.
No sé si me siguió llamando y no lo escuchaba, o si se perdió definitivamente la comunicación. Lo que sà sé, que fue para ellos el segundo fatal; habÃan pensado en lo peor. Se persignaron y rezaron por nosotros y no me cabe ninguna duda que estas oraciones sirvieron mucho, para salir exitosamente de lo que todavÃa faltaba.
Escuche que el tren de aterrizaje comenzaba a bajar. Al avión lo sentÃa que estaba controlado. En la situación actual, tenia la absoluta responsabilidad de eyectarnos antes del toque; o quedarnos hasta el final. Y reflotaron mis dudas que el mecánico estuviera o no bien atado. Si bien creo que no figura en ningún manual el que hacer en esta situación; decidà no eyectarnos. No vaya a ser cosa que mi ladero no este en condiciones. Y asà como salga, llegue al suelo. Grave. Y además, de funcionar todo como esta previsto, repito, no vaya a ser cosa que quedemos enhebrados en algún poste; o embutidos dentro de algún galpón o casa.
HabÃa algo más, y era la absoluta confianza que le tenÃa al jefe. HabÃa volado muchÃsimo con él. Era técnico y preciso mil por mil. Por lo tanto, como es de imaginar, y en milésimas de segundos decidÃ: Nos quedamos.
– “…No toque nada, ponga las manos entre las piernas y quieto…â€. Esto a los gritos y me dio el comprendido.
Por mi parte me preparé para eyectar la cúpula; manos cruzadas, con una regla y apoyándola en la llave correspondiente. Esta determinación la tome porque, si se llega a revirar el fuselaje, no salimos, salvo a los hachazos de adentro.
En cuanto sentà el primer toque en el suelo, accione la eyección de la cúpula. Impresionante la explosión. Los bulones explosivos explotan, pero para el interior de la cabina, y los restos metálicos se esparcen hacia el interior y todas las direcciones. Sentà un fuerte cachetazo en las manos y en las piernas y la cúpula voló.
Los siguientes relatos se entrelazan por relatos posteriores de mi Sr. Jefe de Escuadrón.
– “…Cuando escuche la explosión, pensé que, gracias Dios se eyectaron…†“… Y seguà tranquilo el aterrizaje…â€. Pensó mi Jefe.
Pero aún estábamos adentro y hasta el final. Todos juntos y que Dios disponga.
El toque fue suave. Las famosas cuchillas entrerrianas (ondulaciones), fue el lugar que nos toco aterrizar. A los saltos entre loma y loma, pero siempre sobre la ruta. Nunca nos salimos de ella.
Y en el fondo de un valle, allá arriba dos luces y en sentido contrario. Plic-Plic, alta y baja, alta y baja. El buen señor camionero nos pedÃa que bajáramos las luces altas. No las tenemos, falta de previsión para estas eventualidades por parte del diseñador; dirÃa algún paisano.
Y con el último chorrito de velocidad remanente y ante la inminente colisión; palanca a la derecha y atrás. El avión se salió a la derecha y levantó un poco el plano izquierdo. Este último aliento de vida controlado del avión, fue suficiente para salir de la ruta y al levantar la puntera izquierda pasar por encima del camión; pero, dejándole dibujado en la cabina el formato semicircular del tanque de puntera.
Este buen hombre, absolutamente anonadado, perdió totalmente el control y se fue a la banquina.
Por nuestra parte, no nos quedamos quietos. Salimos hacia nuestra derecha, a unos 40° y deslizándonos de costado. Cruzamos la banquina, una zanja mediana y nos detuvimos a unos 100 mts. de una casa.
Silencio y quietud, con las cabezas hacia el cielo por la falta de cúpula. Antes del primer movimiento, le coloque los pines al asiento del mecánico y al mÃo, previendo cualquier accidente involuntario. Adelante no habÃa movimiento alguno:
– “… ¡ ¿ Señor, esta bien…? ! , le grite golpeando con la mano derecha el panel lateral. Silencio. Tres veces le repetà lo mismo hasta que apareció la mano enguantada del Jefe y con el pulgar hacia arriba.
– “…Voy a intentar comunicarme con Paraná…â€. Nada, ninguna respuesta; mientras ya se asomaba Plessl hacia nuestros puestos.
– “…No hay caso, debemos tener rotas las antenas.. †, y apagué la energÃa y todo lo que correspondÃa.
Me paré en el asiento y con medio cuerpo hacia fuera del avión, y mire como estábamos. Apoyados sobre el fuselaje, una casa cerca, la ruta a unos cincuenta metros, y no habÃa indicios de fuego o algo por el estilo. Todo oscuro y lloviznaba muy suavemente y el terreno barroso.
– “…Sr. me voy hasta la ruta para averiguar donde estamos…â€. Silencio como respuesta.
Salté al plano izquierdo, me desplacé hasta el borde izquierdo del motor, ¿ Y esa lona en el tanque de puntera ?, no tenia una respuesta adecuada y salté al terreno por el borde ataque, en el mismÃsimo lugar de un pozo lleno de barro y clavado hasta las rodillas. Y de allà hasta la ruta. Llegado al borde del camino, veo que llegaba un señor en bicicleta, con una capa y paraguas.
– “…Buenas noches, sentà un ruido, salà a mirar y vi el avión detenido cerca de casa… ¿Están bien? ¿Hay algún herido ?.
– “…Gracias señor, estamos todos bien…†“…¿ Donde estamos..? â€.
– “…Para allá a unos 5 Km esta Crespo, y siguiendo la ruta para allá esta Puigari…†¿Necesitan algo ?. Lo único que no tengo es teléfono, porque Crespo se queda recién sin luz.
– “…Esta bien señor, gracias de todos modos. Regrese a su casa, cualquier cosa le avisamos…. Y se fue por el mismo lugar por donde habÃa venido.
Me volvà al avión, me trepé al plano por cerca de la puntera y ya estaban los dos parados sobre los asientos y observándome. Les relaté lo averiguado y le sugerà al Jefe ir los tres hasta la ruta y pedirle al primero que pase que nos lleve hasta Crespo, que era lo más cercano y además más importante que Puigari.
– “…Disponga Maldonado, disponga; la culpa es MIA, discúlpeme. La culpa es MIA…â€.
– “… Deje de hablar bol……. Sr., que hay que hacer un montón de cosas. Tome su campera y la gorra; y bajen por este lado…â€
Cuando bajaron al plano, escuche ruido en el puesto del piloto a algo encendido. Me volvà a meter, y eran los inversores que no habÃan sido apagados. Corte todo y salà nuevamente, y a caminar por medio del barro y en la oscuridad hasta la ruta.
No deben haber pasado cinco minutos y un 504 se acercaba desde Crespo. En cuanto vio a tres aparecidos en el borde del camino, los pies embarrados, medio húmedos, en un lugar insólito, de noche y calculo con cara de extraviados; no dudó y paró.
– “… ¿Nos puede acercar a Crespo…?
– “… Por supuesto, suban…
– “…Ud. se queda aquà y no deje pasar a nadie… ¿estamos?. Le dije al mecánico. No me contesto y le coloque mi bandolera con la pistola. Estaba pálido y duro como una viga.
Dio media vuelta nuestro benefactor y salimos hacia Crespo. Nos sentamos atrás y yo a la izquierda. El Jefe no hablaba, solo miraba al frente. No muy lejos de allÃ, vimos un camión mediano, en la banquina (que es medio zanja) , con las ruedas para arriba, y un señor parado en el borde la ruta.
– “… Pare donde esta ese señor, por favor…†.Le pidió Pessl al conductor.
– “…¿Hay algún herido ? le pregunto.
– “… Estoy bien, gracias, ya me vienen a buscar. Sigan, sigan…â€
– “… Sr, ¿La lona que esta colgada en el tanque de puntera izquierdo es de ese camión…? . Sin girar, me hizo sà con la cabeza.
Verdaderamente una conmovedora respuesta.
Llegamos en minutos a Crespo, totalmente a oscuras, y paramos frente a la ComisarÃa 1ra. El hombre de 504, nos espera para llevarnos nuevamente hasta el avión. Allà pude darme cuenta porque me dolÃan las manos y las tenia frÃas. El dorso de las dos estaban ensangrentadas, tenÃa restos de la explosión de la cúpula. Pessel se encargó de explicar la situación y por falta de energÃa tuvieron que usar un teléfono a manivela. Se comunicaron con la primera de Paraná y estos con la Brigada. El Jefe les informo dónde y cómo estábamos y se escuchó el griterÃo de alegrÃa desde el otro lado del cable.
– “… ¡ Ya vamos todos a buscarlos, no se muevan…!
Paralelamente, y por un camino lateral, un patrullero se dirigÃa a verificar el motivo de una explosión escuchada en la ruta y a la altura del cruce de los cables de alta tensión, y determinar el porqué del corte de luz. Para llegar a ese punto debÃan pasar por lado del camión volcado. Allà pararon, igual que nosotros, y…
– “ … ¿ Que le paso mi amigo..? †fue la pregunta al camionero.
– “… ¡ Choqué con un avión…! respondió
Y la reacción policial no se demoró, quien sabe si por conocimiento zonal, le quisieron poner las esposas y llevárselo por excesiva ingesta etÃlica. Y ante la defensa verborragica del buen hombre y que pareció tener una pizca de veracidad; se fueron hacia donde les relataba que, seguro, estaba el avión. Asà lo hicieron, encontraron al mecánico, este les contó en dos palabras el tema, vieron de lejos a la bestia, y se volvieron al lugar de los cables de alta tensión. En realidad era la misión ordenada. Allà se llevaron la sorpresa. Los cables, cuatro, estaban cortados; y tirados sobre la banquina. La herramienta de corte tenia nombre: B-102 y los intrépidos de la maquina voladora…
El hombre del 504 nos dejó al lado del mecánico, quien no se habÃa movido de la misma huella en donde lo dejamos. Le agradecimos por lo que habÃa hecho por nosotros y se alejo hacia Puigari. Debo confesar un error garrafal mÃo; no tuve la precaución de pedirle sus datos, o tomar la patente del auto, para agradecerle posteriormente como corresponde su hombrÃa de bien.
– “ …Ya nos vienen a buscar…â€, y sin ninguna expresión siguió el mecánico, quietito en su lugar.
AllÃ, hice algunos comentarios y no hubo respuesta alguna. No tengo noción del tiempo que pasó, pero no fue mucho. Minutos tal vez. Hasta que:
– “… Sr., me parece que ahà vienen…â€
Me dio la impresión, por las facciones que tenia mi Jefe, que el mundo se le venia abajo, vaya uno a saber el calibre e importancia de sus pensamientos. Que gran hombre, una palmada el hombro y me dijo en un tono un tanto tristón: Gracias.
Y ya no hablamos más, la caravana de autos ya se detenÃa, eran como veinte; y más de mil camaradas bajaron de adentro. Lógico, hasta la ambulancia vino, pensando que tendrÃan trabajo….
A esta altura de las circunstancias, salvo el dolor en las manos, estaba entero; pero cuando nos empezaron a abrazar, saludar y a besar algunos zafados (para aquella época…), las rodillas flaquearon y comenzaron a repiquetear. Hasta que no les dije de todo a esos exagerados y me metà en un auto, no me pasó, y nuevamente volvà a la normalidad. Al mecánico, lo tuvieron que pichicatear para que se duerma, adentro de la ambulancia y al casino. Creo que no era para tanto, pero los médicos (que creo que fue hasta el bioquÃmico) se toman su margen de previsión, y por ende habÃa que justificar el movimiento de la ambulancia…. Realmente aquellos, todos, eran profesionales de primera. Al Jefe, le hicieron tomar una pastillita, y derecho a Jefatura. Allà lo esperaban el Jefe de Brigada, Jefes de Grupo y Escuadrón. Y yo derechito a sanidad, a ver que tenÃa en las manos. Me anestesiaron, y aunque no lo crean, con un vaso de tinto; y entre dos y con lupa me sacaron un montón de esquirlas, me vendaron, e inmediatamente a Jefatura. Se me habÃa ordenado que fuera, ni bien finalizaran las curaciones.
Yo era 1er.Teniente, el entrar allÃ, y que lo pongan en el medio de un circulo de todos los popes de la Brigada; era para pensar: ¡ Aquà me fusilan en el acto!. Pero no. En un exagerado e innecesario gesto de bondad, mi Comandante de Aeronave, habÃa cargado en mis hombros todo lo bueno, y en los suyos todos los errores. Este era el panorama, sonrisas para este lado y gestos adustos para el otro. Y…
– “… Vamos al Casino, que nos están esperando…â€.Ordenó el Jefe de Brigada
No faltaba nadie y ya estaba preparado el copetÃn y demás menudencias. Y en abundancia. ¿ En que momento hicieron todo esto?. Y como corresponde el gasto está a cargo de los que salieron airosos, nosotros. Pero el gran Jefe dijo no: Yo me hago cargo. Ninguna discusión.
También debo confesar que el Jefe de los galenos, me designó un satélite. Dispuso que un medico no se moviera de mi lado, por si me declarara en algún momento de bailarÃn de hula-hula. Sr. ¿Se siente bien? , y asà decenas de veces. Terminó el copetÃn y me lo llevé a cenar, donde le pregunte cuál era su problema. “A las 23:30 tengo pasaje para Bs. As â€. “ No te hagas problema, terminamos, te llevo en el auto a la terminal y me voy a dormir a mi casaâ€. Y asà lo hice.
Estaba solo, mi familia se encontraba en Bs.As. Aparentemente ese viernes fatÃdico habÃa finalizado, pero con suerte. Temprano por la mañana, tomé mi Renoleta y me fui al lugar del accidente a recoger la cartera de navegación. Allà me enteré del tema de los cables, que los cortamos limpiamente sin que haya variado la trayectoria de aterrizaje, quedaron estampados en el fuselaje un par de latigazos de los cables, detalles del camionero, del ancho de la ruta, que en ningún momento el avión se salió de ella hasta el momento del choque, que solo habÃamos barrido la pata delantera y plegado el principal derecho, y lo que hizo helar la sangre fue que si Plessel hubiera hecho exactamente la misma maniobra, para no embestir frontalmente, pero hacia la izquierda; habrÃamos eludido igualmente el choque. Pero durante el desplazamiento lateral por el campo, nos hubiera llevado a quedar abrazados, en alguna de las columnas de cemento de alta tensión, de metro y medio de diámetro. Si eso hubiese sucedido, otra serÃa la historia que estarÃa relatando; o no.
Regresé al casino, y al Oficial actuante le pregunte si podÃa ir a Bs. As. en un G II, y que el dÃa siguiente regresaba nuevamente en el mismo avión. No querÃa que mi mujer se enterara por los diarios, preferÃa contárselo yo.
Toque el timbre de la casa de mis suegros, mi mujer abrió la puerta, me vio las manos, y:
– “… ¡Que pasó…! ¡Chocaste el auto…! â€
– “… ¡Nó..! ¡Casi nos matamos en un avión…!
– “… ¡Hayyy, pobrecito…!
El domingo no fue el avión a buscarnos, la Fuerza Aérea habÃa detenido toda la actividad aérea.
El Presidente de la Nación estaba muy grave. Sobre el accidente casi ni se publicó por esta causa.
El lunes 1 de Julio de 1974 fallece el Gral. Perón.
PD: El avión fue recuperado entero, reparando el tren delantero y pata derecha en el mismo lugar del accidente. Luego se lo llevaron rodando a remolque hasta la Brigada, retirando y colocando todos los carteles de señalización de la ruta. Se le colocó una cúpula nueva y lo llevaron en vuelo a Rio IV para una inspección.
El V.Com Plessl, con el grado de Brigadier, fallece en un accidente aéreo en la FMA. Aún hoy en dÃa la amistad que surgió con la Flia Plessl, aún perdura.
VICECOMODORO NAVEGADOR MILITAR HUGO A. MALDONADO
Con el grado de Capitán y destinado en el TRQ, tuve el gran Honor de que él sea mi Jefe en el Escuadrón Tropa. Entre 1980 y 1981 nos conocimos y compartimos muchas cosas, en sus viajes a Francia (con hermosos resultados en la Guerra de Malvinas), me trajo obsequios y disfrutamos de buenos mates. Jamás olvidaré su cordial trato y la noche que nos “bailó” diciendo una frase que recordamos siempre…. “Esta noche se van a acordar de la Fuerza Aérea”.
Luis Satini
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Lástima no tengo su nombre pero se bien de donde proviene por sus datos en la web, digo para los demás lectores, igualmente agradezco sus conceptos.
Hola, encontré unas fotos tiradas en las calles de Madrid donde aparece Sigifrido Plessl en la escuela de aviación. Me gustarÃa compartir este material, quizás reconozca a otras personas que están ahi.
Saludos
Con gusto Federico, gracias por colaborar con la página recuerdo de la FAA. Abrazo