“Eran Soldados de cuatro patas”

Si hacemos referencia a los Veteranos de Malvinas no podemos olvidar que también se sumaron a las filas de la Fuerza Aérea Argentina ocho perros de guerra que se adiestraron para defender las Islas con la misma valentía que nuestros soldados, y que también son considerados Veteranos.

Para conocer un poco más acerca de la incorporación de los perros a la Fuerza Aérea Argentina; de la preparación previa que tuvieron los integrantes de la “Sección Secreta” que se conformó especialmente para intervenir en el Conflicto y de cómo fue el día en que perros y guías partieron rumbo a Río Gallegos, dialogamos con la médica veterinaria Susana Ibarra quien autorizó el apto de los canes y los despidió desde la I Brigada Aérea de El Palomar.

En la década del ‘50 la Fuerza Aérea redactó el Manual de Procedimientos de Seguridad y en uno de sus apartados se hacía referencia a la necesidad de contar con perros que colaboraren con la seguridad de las unidades. “Imaginemos que en ese tiempo ni siquiera había alambrado perimetral y todo era mucho más descampado. Era común el robo nocturno de combustible y se accedía fácilmente a las zonas donde se encontraban los aviones. Desde el comienzo se pensó en la búsqueda del control y de la seguridad de las instalaciones. Se trataba de la protección de lugares estratégicos. El concepto nació por esa necesidad”, explica la veterinaria, que actualmente se encuentra a cargo de la División K-9 Canes (de acuerdo a la denominacion internacional), perteneciente al departamento Inteligencia y Seguridad Terrestre del Comando de Adiestramiento y Alistamiento (CAA).

Teniendo en cuenta estas cuestiones comunes para la época, desde el primer momento se pensó en la utilización de perros quienes, a través del ladrido, brindan alerta temprana de manera inmediata.

En este sentido, en 1957 se crea la Sección Perros en la Guarnición Palomar (actual I Brigada); en 1964 se conforma la misma sección en la Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea (ESFA) y en el ´69 nace la Escuela de Instructores de Guías de Perros de la I Brigada.

A partir de ahí, se formaron las demás secciones y todas empezaron a funcionar de manera “casera” -por decirlo de alguna forma- ya que no existía una normativa que aunara criterios y definiera cómo debían funcionar. “Como todos criaban perritos pero de manera sui generis, en los años ´70 se decide crear un Centro de Reproducción de Perros para unificar las razas. Es más, fue tal la reproducción de pedigrees originales que la Fuerza Aérea logró estar inscripta como ‘criadero’ ante el Club Argentino de Criadores del Perro Ovejero Alemán, conocido como POA”.

De acuerdo a su relato, en las unidades no se contaba con profesionales del área; de hecho varias personas amantes de los perros se hacían llamar “cinólogos” (cino, del griego perro y logos, estudiosos) pero no eran veterinarios. Ibarra es una de las primeras profesionales del área en incorporarse en el año 1977, momento en el que se encontraba próxima a recibirse. “Cuando ingresé a la Fuerza Aérea y conocí sus unidades me di cuenta que era un ambiente desconocido para mí. Ignoraba totalmente la magnitud de la Institución”, cuenta.

Respecto al contacto con los perros de guerra comenta que fue en los inicios de la década del ’80. “Yo estaba destinada en el Edificio Cóndor y recorría, sobre todo, las unidades más cercanas. En ese momento la instalación más grande era la de la Base Aérea de Morón que adiestraba a la raza Ovejero Alemán y contaba con más de 250 perros”. Por esos años, el Comando de Instrucción (actual Dirección General de Educación) tenía secciones perros en sus institutos de formación, como es el caso de la Escuela de Aviación Militar (EAM), la ESFA y el Instituto de Formación Ezeiza (IFE). Lo mismo sucedía con el Comando de Operaciones Aéreas (actual Comando de Adiestramiento y Alistamiento) con sus unidades de combate; el Comando de Material con sus áreas materiales y las Bases Militares, como Aeroparque, Mar del Plata y Chamical. “Prácticamente todas las unidades, sobre todo las que tenían aviones, contaban con secciones de perros y cada una disponía de una cocina donde preparaban el alimento. Además, se contaba con el apoyo de veterinarios que eran incorporados cada año como soldados conscriptos”, recuerda Susana.

Cuando se comprobó que ya no bastaba con que los perros sólo ladraran sino que era necesario adiestrarlos, el personal de cada unidad se encargó de capacitarse para luego entrenarlos. Ya orientados en ese camino, los animales debían alcanzar tres tipos de niveles: básico, que implica la obediencia; avanzado, donde se lo instruye en cuanto a ataque y táctico, que es cuando el can se encuentra listo tanto para cumplir una orden como para anularla cuando se lo indique. “En ese nivel máximo, la obediencia debe ser mayor que su impulso. No se puede alcanzar si no se tiene un buen adiestramiento; no todos llegan”, asegura la veterinaria.

En 1982, ya en plena Guerra, Susana se hace cargo de la división Cinología, perteneciente al departamento Adiestramiento del Comando de Operaciones. Al enumerar sus funciones en ese destino cuenta que controlaba de manera directa el criadero de la BAM Morón y fiscalizaba la parte sanitaria, pero no estaba dentro de sus responsabilidades designar qué perro iba a ser parte del Conflicto, sólo se limitaba a controlar sus aptitudes físicas y otorgarles el apto.

LOS ELEGIDOS

“Me acuerdo como si fuera hoy cuando el 16 de abril de 1982 llegó a mi organismo el correo aeronáutico en el que solicitaban que el día 20 debíamos enviar ocho perros y ocho guías a Río Gallegos (…) La selección fue una decisión operativa de autoridades del Comando de Operaciones. Se eligieron a los mejores canes de las secciones de distintas unidades del país. Todos tenían nivel táctico. Eran los mejores perros, los que mejor trabajaban; eran los ‘10’ de cada unidad. Juntos conformaron la ‘Sección Secreta’, que era una sección de despliegue móvil, y la función primaria de cada uno era la misma que la que cumplía en la unidad a la que pertenecían: dar alerta”, explica Ibarra.

Una vez que los ocho perros de raza Ovejero Alemán fueron seleccionados y convocados por su nivel táctico operativo militar, el rol de la veterinaria fue revisarlos, vacunarlos y comprobar que se encontraran en óptimas condiciones de salud. Se trataba de perros de gran tamaño porque en esa época se adiestraba al ovejero europeo, raza que se caracteriza por un pelaje más largo y una mayor masa ósea. “Recuerdo que sus guías me advertían que eran difíciles de revisar clínicamente porque eran muy aguerridos. Sin embargo, en aquellos días previos, se dejaron revisar sin problemas obedeciendo a sus guías sin uso de bozal. Parecían saber que debían guardar sus energías para otras circunstancias”, relata pensativa.

Dos canes que reunían esas particularidades eran Platero y Sérpico que pertenecían a la I Brigada Aérea y que antes de partir ya estaban designados para cumplir funciones en Puerto Argentino. Al hablar específicamente sobre ellos, Susana recuerda que ambos se destacaban notablemente del resto: “Ambos pesaban unos 42 kilos aproximadamente. Platero era muy bueno. Sérpico no era muy sociable pero sí muy obediente, siempre miraba de costado y cuando miran así hay que tener cuidado”, cuenta entre risas y sigue: “Miraba hacia delante y no se movía; sólo giraba los ojos. Era imponente”.

Días previos al embarque, los perros arribaron de todo el país acompañados por sus guías y se unieron a sus pares en Buenos Aires, en la Sección Perros de Guerra de la I Brigada Aérea. “No se conocían, no habían compartido juegos, ni rondines, ni entrenamientos, sin embargo, había en ellos un rasgo de responsabilidad y disciplina tan grande que entre ellos no rivalizaban; parecía que comprendían que formaban un equipo”, comenta Susana.

Dentro de sus responsabilidades, ella también previó la manera en la que los soldados podían brindarles a los perros primeros auxilios durante el Conflicto: “Me acuerdo que en ese tiempo en la I Brigada contaban con pequeñas alforjas de cuero crudo con forma redonda, de unos 26 centímetros de diámetro, con una cruz roja. En ellas les preparé una especie de botiquín individual con antibióticos y elementos imprescindibles, provistos por el Hospital Reubicable, con los que podían realizar pequeñas curaciones”.

Y LLEGÓ EL DÍA “D”

Como cuenta Ibarra, la presentación fue el 20 de mayo a las 6 de la mañana. “Me acuerdo perfectamente cuando los acompañé a la I Brigada para el embarque. Eran días muy pesados, fríos y convulsionados por lo que se estaba viviendo. Yo veía cómo se subían las tropas a los Hércules C-130 y cargaban mucho material para ir a Gallegos o a Comodoro Rivadavia”.

En ese contexto teñido de ansias y temor, por la incertidumbre que genera una guerra, Susana aprovechó para charlar con los soldados y ofrecerles consejos, a modo de madre. “Yo me hacía la idea de que ellos iban a permanecer en las trincheras y, para que soportaran las bajas temperaturas, les aconsejaba que durmieran junto a los perros. Ellos iban a ser sus vigilantes”. Tras esa charla vino la despedida. Evocando ese momento contó que “para mi alegría pude tocar a todos los perros y despedirme sin problemas. Los recuerdo marchando desde la Sección Perros en dos hileras de cuatro, junto a sus guías. Caminaban firmes, orgullosos y dispuestos. Cargaban sobre su lomo las alforjas de cuero que yo les había preparado. Los vi alejarse hacia la calle interna de la Brigada; sus huellas quedaron marcadas al salir del pasto húmedo y barroso hacia el asfalto. Aún guardo en mi retina su andar pausado pero firme junto a sus respectivos guías (…) La última imagen que recuerdo de ese día fue cuando los vi caminar por la plataforma y embarcar en el Hércules. No ladraron ni se pelearon entre ellos. Eran verdaderos soldados”.

Tras un tiempo en Río Gallegos esperando el momento para cruzar a las Islas, pisar suelo malvinense y contribuir para recuperarlas, los ocho perros de la “Sección Secreta” vieron trunco su sueño. Las cuestiones operativas no permitieron que los pequeños animales fueran parte directa del Conflicto. Sólo les restó alentar desde el continente a sus camaradas, de veterano a veterano. Por su prestancia, entrega y preparación, no hay dudas de que ellos fueron… “Soldados de cuatro patas”.

“Mi reconocimiento a los pequeños veteranos de Malvinas porque sus huellas no sólo quedaron en el camino sino también en mi corazón. Que Dios siempre los guíe, estén donde estén”, finalizó Susana emocionada.

 

“LA SECCIÓN SECRETA”

Estaba compuesta por:

•“Malevo”. Base Aérea Militar Chamical. Guía: soldado conscripto Carlos Cruz.
•“Prince”. Base Aérea Militar Aeroparque. Guía: soldado conscripto Marcelo Midhi.
•“Winca”. II Brigada Aérea (Paraná). Guía: soldado conscripto Jorge Coduri.
•“Danger”. VII Brigada Aérea (Moreno). Guía: soldado conscripto Miguel Martínez.
•“Blacke”. VII Brigada Aérea. Guía: soldado conscripto Hugo Galván.
•“Manto”. VII Brigada Aérea. Guía: soldado conscripto Néstor Paylafill.
•“Sérpico”. I Brigada Aérea (El Palomar). Guía: Raúl Ricci.
•“Platero”. I Brigada. Guía: soldado conscripto Hugo Suárez.

LA VETERINARIA

Susana Ibarra es personal civil de la Fuerza Aérea y tras 38 años de servicio, su función actual es supervisar a las unidades de la Institución que cuentan con Secciones Perros, haciendo foco en la reproducción de los canes, en su adiestramiento y en la posterior supervisión para comprobar el nivel alcanzado por ellos, ya sea avanzado o táctico que son los que se requieren para la seguridad.

Tras la intervención que tuvo en el Conflicto de Malvinas, Ibarra siguió investigando y se focalizó en el Curso de Perros para Detección de Drogas dictado por Gendarmería Nacional, capacitación con la cual pudo adiestrar a los canes de la Fuerza Aérea: “Los diplomas de los seis primeros agentes formados en Aeroparque para la ex Policía Aeronáutica llevan mi firma como instructora”, cuenta orgullosa.

Varios años después, en septiembre del 1990, Susana es invitada a la Base Lackland de la Fuerza Aérea de los Estados Unidas, gracias a la coordinación de una oficina que esa fuerza tiene en la FAA. Con lo aprendido en esa visita, propuso el entrenamiento de los canes en otras áreas no exploradas hasta el momento por nuestra Institución. “Ya desde esa época yo quería utilizar a los perros no sólo para la defensa de las unidades sino también para otras tareas como la localización de explosivos, detección de narcóticos y búsqueda de drogas”.

En 1996 realiza una investigación de manera conjunta con una bioquímica del Poder Judicial sobre el adiestramiento de los perros para la detección de drogas que fue presentada en el “XXIII Congreso de la Asociación Mundial de Medicina Veterinaria de pequeños animales”. Durante el proceso, las profesionales realizaron prácticas con bolsitas contenedoras de narcóticos que no permitían el contacto directo y así demostraron que la metodología utilizada no permite generar en los perros ningún tipo de adicción.

Por esos años fue destinada a la Sección Perros de la I Brigada donde cumplió funciones hasta el 2012. Actualmente, es parte del Comando de Adiestramiento y Alistamiento. “Ahora que volví al Edificio Cóndor logré por ejemplo que, después de tantos años, la IV Brigada Aérea de Mendoza cuente con los primeros perros capacitados en búsqueda y rescate”.

Y finaliza: “Me queda pendiente terminar el Manual de Procedimientos a nivel Fuerza Aérea para hacer hincapié en los aspectos legales, claves para que el veterinario actúe dentro de la ley y no cometa mala praxis. Hasta ahora quedaron truncos los adiestramientos de perros en drogas y explosivos. Ojalá que los próximos veterinarios que se incorporen puedan continuar con este proyecto”.

OTROS PEQUEÑOS HÉROES

Durante la guerra de 1982 sólo tuvieron su bautismo de fuego 20 canes que integraron un escuadrón de Infantería de Marina.
En honor a ellos, el por entonces director de la Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea, actual brigadier “VGM” Eduardo Daghero, rindió homenaje a los integrantes de la Sección Perros de Guerra de ese instituto de formación, por su ejemplo diario de fidelidad y entrega, con una ceremonia que se celebró el 29 de abril de 2014, en el Día del Animal.

“Como Veterano de Malvinas, recuerdo el valioso aporte de los perros de guerra en las Islas durante aquel conflicto bélico; dos de ellos murieron en un bombardeo”, comentó el oficial durante una entrevista brindada a un diario cordobés.

La foto principal de la nota pertenece al C1º Oscar Duarte, integrante de la I Brigada Aérea. El resto de las fotografías fueron provistas por la veterinaria Susana Ibarra.

Por la 1er. Ten. Laura Pereyra

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Luis Satini
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