Homenaje al Soldado Aeronáutico

El 23 de mayo la Fuerza Aérea Argentina conmemora el “Día del Soldado Aeronáutico” recordando que en 1913 le fue otorgado el brevet de piloto aviador al conscripto Teodoro Fels, quien el 1º de diciembre de 1912 concretó la hazaña de unir en vuelo Buenos Aires con Montevideo, conquistando así el récord mundial de vuelo sobre el agua.

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HISTORIA:

Al cumplir 20 años de edad, el joven Teodoro Fels se presentó a cumplir con el Servicio Militar Obligatorio. Dada su gran vocación aeronáutica y por ser poseedor del título de Piloto Aviador, fue destinado a la flamante Escuela de Aviación Militar de El Palomar.

Allí, una secreta obsesión se apoderó del espíritu de este extraordinario hombre: unir en vuelo Buenos Aires con Montevideo. Nadie lo había hecho aún y era un reto al cual no se podía rehusar.

Comentó entonces sus inquietudes con sus amigos Alfredo y Alberto Calisto y Juan F. Zuanich, cronistas del diario «La Nación» y Carlos Borconsque, corresponsal del diario «La Argentina». Estos dieron su más ferviente apoyo al soldado aeronáutico. Con la colaboración moral de los periodistas antes nombrados, Fels preparó su valiente odisea hacia Montevideo.

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Pero un pequeño escollo lo esperaba, pues no poseía suficiente combustible para realizar el vuelo. Ante aquel inconveniente, el 1º de diciembre de 1912 a la una de la madrugada, Fels y sus amigos se dirigieron a Morón en un taxímetro y adquirieron aceite castor para el motor del avión en una farmacia y dos latas de nafta en Morón, tras lo cual regresaron hacia El Palomar y allí como sombras en la quietud de la noche, Fels con la ayuda de su mecánico Eduardo Bordone, saco del hangar el avión «Bleriot XI-Gnome 50 hp» que era de su propiedad.

Finalizados los preparativos previos al vuelo, a las 04:30 horas, Fels se elevaba hacia su ansiada meta sin ningún conocimiento geográfico del lugar de destino y sin ninguna ayuda cartográfica que lo pudiese guiar en su valiente emprendimiento, solamente tenía la idea de aterrizar en un terreno llano, siendo posiblemente algún hipódromo su objetivo preestablecido. Al no encontrar ninguno y tras 2 horas y 22 minutos de navegación logró aterrizar en el campo militar de artillería del Uruguay, que luego se transformó en el actual Aeropuerto Internacional de Carrasco.

El personal de guardia de dicha unidad, no salía de su asombro, pues este aterrizaje era un hecho insólito e impensado para la época. La noticia corrió con la rapidez de un relámpago y arribaron a aquel sitio una gran cantidad de autoridades y periodistas. Ante la requisitoria de ellos, Fels respondió que había partido de Buenos Aires sin que nadie supiese de su viaje y en razón que tenía la certidumbre de no poder lograr autorización para ello porque se consideraba una empresa extremadamente peligrosa. Esa fue la razón por la cual esa mañana había salido en secreto desde El Palomar resuelto a llevar a cabo la travesía.

Tras innumerables felicitaciones, esa misma noche el Aeroclub del Uruguay le otorgó una medalla de oro por la proeza cumplida. A las 16:50 horas del día siguiente, Fels partió con su avión rumbo a Buenos Aires, siendo despedido por una gran cantidad de público. Casi finalizando su vuelo, tuvo que aterrizar a 4 km. de Berisso por un problema en el motor. Ya en La Plata, concurrió al diario «El Día» a fin de que informaran su regreso, tras lo cual decidió volver en tren a Buenos Aires. La noticia se difundió rápidamente y fue recibido en Constitución por una verdadera multitud.

El día 3 Fels volvió a La Plata en busca de su Bleriot, decolando a las 17:35 horas hacia El Palomar. Su descenso sobre la entonces sede de la Escuela de Aviación Militar se produjo a las 19:15 horas. Allí fue informado que la superioridad le había impuesto un castigo de 30 días de arresto por haberse retirado de la unidad militar hacia el exterior sin la autorización pertinente. Sin embargo, fue agasajado por jefes y camaradas de la guarnición.

La pena impuesta a Fels no se cumplió. El entonces Presidente de la Nación, Dr. Roque Saénz Peña, le llamo a su despacho y luego de una fraternal reprimenda, en mérito a su proeza (vuelo a Montevideo y récord mundial de vuelo sobre el agua), le conmutó el castigo. Fels recibió en honor a esta travesía un sinnúmero de diplomas, premios y condecoraciones otorgadas por las más prestigiosas instituciones del momento y fue ascendido al grado de Cabo.

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Este es el legado de Teodoro Pablo Fels a la Aviación Argentina, ejemplo que siguieron los soldados conscriptos Guillermo García, Héctor Bordón, Mario Luna, Luis Sevilla y Héctor Aguirre que ofrendaron sus vidas en nuestras Islas Malvinas y a todos los Soldados que sirvieron a la Fuerza Aérea Argentina.

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08 Luna Mario Ramón10 Sevilla Luis Guillermo09 Aguirre Héctor Walter

Más historia de nuestro aviador y su Aeroplano

Aeroplano, vocablo que se generalizó en los primeros años del siglo define algo impensado poco tiempo antes: maquinas voladoras más pesadas que el aire; que haciendo honor a su cualidad de ágil desplazamiento, fueron evolucionando rápidamente hasta convertirse en un punto más de atención de la maravillada sociedad de la época.

Lo que había preocupado y ocupado desde tiempos inmemoriales a la humanidad «volar» se veía realizado. Y luego del primer y corto salto de unos pocos metros las hazañas más inauditas se fueron sucediendo. Los «raids aéreos», como gustaba denominarlos crecían en número y en dificultades. Los récords de altura, de distancia, y de tiempo se batían continuamente. La marca lograda por unos, era superada por otros en corto tiempo; y así, se iban sepul­tando con velocidad -característica del siglo- en él recuerda las emociones producidas por la noticia de cada nuevo logro.

Por cierto, alguno como el cruce del Atlántico quedó imborrable en la memoria colectiva; otros por regionalismos también perduraron en algunos pueblos, tal, el Cruce de los Andes, o el que nos ocupa del Río de la Plata.

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Los lobenses, primero por los globos el de Silimbani y luego el «Pampero», resultaron conmocionados; más tarde, ya con los aeroplanos de Cattáneo, Albarracín, Locatellí, Bo, etc., francamente entusiasmados.

Debemos precisar fechas para entender la importancia que tuvo para nuestros convecinos el «robo» y posterior «cruce» de Fels. Quaglia nos cuenta que: «El primer aeroplano que cruzo los aires de nuestro pueblo fue conducido por el aviador, teniente Atilio Cattáneo, en el año 1912. Y a fines de ese año, en el mes de diciembre el Conscripto Teodoro Fels cruza el Río de la Plata y regresa Buenos Aires, concretando una hazaña extraordinaria para la época, volar de Argentina a Uruguay sobre el agua del «río más ancho del mundo». Los diarios, las revistas y el persona a persona propagaron la noticia; y dada la contemporaneidad de lo visto y vivido en Lobos con lo hecho por Fels, esto último cobró una magnitud impensada. Tanta que se pensase inmediatamente en realizar un homenaje al aviador.

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«La demostración de más realce auspiciada en ese período por el Club, fue la tributada al cabo Teodoro Fels, homenaje que tuvo prioridad entre los infinitos que se ofrecieron en todo el país a raíz de magna hazaña. Junto con el malogrado Luis Mastropiedras fuimos destacados a la Capital Federal para tratar se conseguir que Fels pudiera hacer el viaje a Lobos en aeroplano, pero las instancias que realizamos con tal fin fracasaron después de una noche de intensas gestiones ante el General Mosconi; el Coronel Arenales Uriburu jefe de la aviación y por último ante el Teniente General Gregorio Vélez, a la sazón Ministro de la Guerra. Con este prestigioso militar recordábamos en 1940 en Sa1ta, la entrevista que tuvimos al respecto en Campo de Mayo a las seis de la mañana. Fels, magüer la negativa superior insistía en acceder al ansia popular, yendo en vuelo, disuadiéndolo de ello, el Teniente Coronel Baldomero Biedma, que, corno amigo íntimo y camarada del aire, le hizo notar la rigurosa pena de que se haría pasible si reincidía en volar sin autorización militar.

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«Aunque siempre importaba legítima satisfacción haber conseguido que Fels nos acompañara en el viaje de regreso a Lobos, nuestro entusiasmo de delegados se sentía un tanto defraudado al no haber logrado que su arribo se hiciera volando.

«Extendida la invitación de la comisión de damas lobenses a doña Marta Menvielle de Fels, digna madre del valeroso aviador, sin vacilar respondió al requerimiento, acompañándonos.

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«Al llegar a Cañuelas tanto yo como Luis sentimos desaparecer el apocamiento que nos dominaba, al ver que en la estación del vecino pueblo una vasta y ávida multitud vitoreaba al joven soldado. Uribelarrea y Empalme Lobos demostraron idéntica adhesión, y al entrar el tren a la estación de Lobos sentimos latir fuertemente nuestros corazones al ver como se había volcado nuestro pueblo para recibir al héroe que fue llevado en andas por la calle 9 de Julio hasta el «Hotel del Jardín» donde fue servido el gran banquete popular, ofrecido con la elocuencia que la caracterizaba por la siempre presente educadora María del Pilar Beltrán Nanclares. Fels regresó al día siguiente, no así su señora madre, que acogida con singular simpatía y consideración por la sociedad local, siguió siendo agasajada merecidamente.»

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Lo antes trascripto, se copió de una carta enviada al club de sus amores en Julio de 1942 por Justo Burdbridge, protagonista de los hechos y presente en varias de las fotografías que acompañan este artículo, el cual fue posible hacer, gracias al material gentilmente cedido al Museo Pago de los lobos por el Club Athletic del que ha sido extractado y acompañado por una colección de fotografías donadas por José Guindani en memoria de Rebeca Millán, una de las damas que concurre en la comitiva a recibir al aviador a la estación según se puede observar en la toma oportuna.

Luis Satini

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