El 12 de mayo, el Comando Sur ordenó la partida de ocho aviones para atacar dos fragatas cerca de Fitz Roy. Despegó primero una escuadrilla a cargo del primer teniente Manuel Bustos y otra bajo las órdenes del Capitán Antonio “El Tony” Zelaya. Lo acompañaron Juan Arrarás, Fausto Gavazzi y Guillermo Dellepiane.
Cerca de las islas el sistema Omega mediante el cual se orientaba falló y se perdió porque no conocía la zona. En ese momento, la primera escuadrilla divisó y atacó al destructor Glasgow y a la fragata Brilliant. De los atacantes, sólo sobrevivió un A4B.
Zelaya indicó que cuando llegó a la costa se encontró de frente con las dos veloces naves y que su escuadrilla tuvo que superar un fuego intenso de los cañones antiaéreos.
El capitán, Arrarás, y Gavazzi atacaron al Glasgow y Dellepiane apuntó a la Brilliant. La Fuerza Aérea Argentina precisó que la bomba arrojada por Gavazzi entró por la línea de flotación del Glasgow. De acuerdo con el relato del almirante Clark H. Woodward, la bomba causó dos agujeros, por donde se coló el agua y dejó fuera de servicio al destructor.
Luego de atacar los buques pasaron cerca la Pradera del Ganso, en la isla Soledad. Sin saberlo, estaban en un área roja y la artillería derribó a uno de ellos.
Zelaya contó que la artillería tuvo su nave en la mira. “En ese momento me di cuenta de que estaba en rumbo 340, cuando tendría que estar en 270. Además, vi un brillo sospechoso y decidí cambiarlo”, destacó.
Esa determinación le salvó la vida, pero no pudo evitar que uno de sus pilotos cayera en la trampa. “Gavazzi, que venía más lejos, no se dio cuenta y siguió derecho. Entonces el radar lo enganchó a él, le dispararon y lo derribaron”. Pero, a pesar del error fatal, Zelaya no les guarda rencor.
El alférez Dellepiane estaba cerca de Gavazzi y presenciar esa escena impactó al joven oficial. “Recuerdo que el alférez comenzó a los gritos por la radio: ‘lo bajaron al tres, lo bajaron al tres’. Y le dije: ‘¡cállese la boca, siga volando… búsqueme y forme!’”.
Finalmente llegaron a la base de Río Gallegos, aterrizaron y recién ahí Zelaya se enteró de que habían muerto otros tres pilotos.
Aún recuerda a los mecánicos llorando en la pista, porque de los ocho aviones que habían despegado, sólo habían regresado cuatro.
Luis Satini
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