Los Canberra: un encuentro peligroso

Poco después del mediodía del 1 de mayo, el entonces capitán Juan José Nogueira, piloto de los bombarderos Mk62 Canberra, y su navegador, capitán Raúl Sánchez, ascendían al avión como “tripulación de emergencia”, ya que relevaban momentáneamente a quien les correspondía ese aparato, los que habían hecho una pausa en la larga y tensa vigilia a los mandos del avión para ira almorzar.

Los reemplazantes cumplen la inspección de rigor, toman sus posiciones, ajustan los arneses y quedan en alerta. Los minutos pasan con lentitud hasta que, inesperadamente, el propio jefe de la base se hace presente en el avión para entregar una Orden Fragmentaria. El escueto parte ordenaba que una primera escuadrilla, integrada por tres Canberra (indicativo: Ruta), debía despegar cuanto antes para atacar lanchas de desembarco que habían sido ubicadas en Bahía dela Anunciación, al norte de Puerto Argentino.

Sin más trámites, dado que todas las coordinaciones previas necesarias ya habían sido efectuadas y sólo necesitaban la orden para emprender la misión, los tres Canberra pesados y torpes con sus casi veinte metros de envergadura y más de 24 toneladas de peso total, despegaron alas 15.33 horas de la pista dela Base Aeronaval”Almirante Zar”, en Trelew; Con rumbo a las islas Malvinas. Junto al avión del jefe de escuadrilla formaron el teniente Juan Carlos Cook y su navegador, el primer Teniente Ernesto Lozano como número dos, y el primer teniente Eduardo Rodino y el primer teniente Armando Dubroca, como navegador, de número tres. Cada uno transportaba cinco bombas de1.000 libras(poco menos de 500kg) de “carcaza” de hierro.

En formación cerrada ascienden hasta el nivel 3-0-0 (es decir,30.000 pies, unos10.000 metros) y toman una ruta prácticamente directa hacia el objetivo. Ya volando sobre mar abierto y al pasar lateral de Puerto Deseado, el navegador del capitán Nogueira divisa entre las nubes una formación de buques. Dada la alerta, los bombarderos emiten los indicativos y comunicaciones previstas para estos casos, que les permitirán establecer si se trataba de naves propias o enemigas. AI no tener contestación a sus llamados de coordinación, la escuadrilla realiza un descenso de emergencia para “pegarse” 1o mas rápido posible al agua y ofrecer así un blanco más difícil ante un eventual ataque con misiles. No hay tal ataque porque los buques son dela Armada Argentina, aunque esto no lo sabrían hasta su retorno al continente, horas más tarde.

Por intermedio de la radio, en canal VHF, los tripulantes de los Canberra se enteran de los combates y acciones que se estaban librando en las cercanías de Puerto Argentino y sobre las islas. El mayor Nogueira recuerda haber escuchado al capitán Gustavo García Cuerva cuando, falto de combustible pero con el avión intacto, decide intentar un aterrizaje en el aeródromo de la capital isleña, una acción que le costaría la vida; al primer teniente Perona cuando debe eyectarse después de que su Mirage es alcanzado por un misil lanzado por el Harrier con el que estaba combatiendo; y también al radar de Malvinas informando de la presencia de los ágiles interceptores británicos.

La escuadrilla de bombarderos mantiene su rumbo hacia el blanco señalado y, volando a poco más de cinco metros del agua, se acerca hasta unas50 millas(90km) del objetivo. En ese momento, sobre la derecha de los aviones, se divisa la silueta de un buque de guerra. “Yo lo vi primero, rememora Nogueira, pero traté de no alertar a la escuadrilla para no inquietarlos hasta verificar si era realmente un buque enemigo. Era una fragata, presumiblemente del tipo 42, y calculo que estaba a unas20 millasa la derecha, o sea en dirección del estrecho San Carlos”.

Poco después, el avión número tres avisa que avistó al buque. La alarma ya es general. E1 jefe de escuadrilla confirma la presencia de la amenaza y, al ver que el” buque cambia su posición para colocarse de proa, ordena eyectar las cargas externas-venían con los tanques suplementarios de punta de ala, los llamados “tips”, que limitan la velocidad del Canberra, de 500 nudos, a sól1o 365 nudos– y acelerar.

“En el momento en que el buque nos enfrenta, prosigue Nogueira, se ve claramente que dispara sus misiles, ya que el efecto visual es como si se prendiera fuego por algunos segundos. Enseguida lanzan un segundo misil y alcanzo a ver las columnas de humo que marcan sus trayectorias cuando se elevan. Enseguida dejo de observarlos y inicio un viraje brusco hacia la izquierda. Totalmente concentrado en la maniobra, dado que todavía volábamos bastante bajo, siento un fuerte impacto en el avión, que inmediatamente comienza a vibrar.”

“Pero recién cuando concluyo el viraje puedo dar un vistazo y entonces observo que la puntera del ala derecha estaba con todas las chapas deflecadas hacia arriba, por lo que el avión tendía a girar en forma bastante brusca y debía compensarlo constantemente con los mandos”.

El jefe de la escuadrilla decide entonces que era imposible pasar por esa zona, dado que, correctamente, había estimado que los buques ingleses estaban dispersados por todo el lugar y el Canberra no es precisamente el avión ideal para atacar a naves fuertemente armadas. Es que los veteranos bombarderos no cuentan con armamento ofensivo alguno que pueda utilizar mientras se van acercando al blanco, es decir, no tiene cañones o misiles y sólo pueden lanzar sus bombas prácticamente cuando están sobre el objetivo. La misión encomendada ese día a los Canberra era atacar barcazas de desembarco sobre la costa y no una concentración de fragatas.

Nogueira ordena entonces a los otros dos aviones volver al continente mientras él intentarla aterrizar en el aeródromo de Puerto Argentino, ante la incertidumbre de si la herida estructura del aparato resistiría más tiempo sin que, por ejemplo, se desprendiera un alerón y se tomara completamente ingobernable.

“Comienzo a navegar hacia Puerto Argentino en medio de chubascos y nubes bajas, continúa el relato del piloto, y en la trayectoria diviso un buque evidentemente mucho mas grande que los que había visto hasta ese momento, las fragatas tipo 42. No puedo asegurar si se trataba de un portaviones o uno de los grandes barcos de transporte logísticos. Además, entre el buque y mi trayectoria vi unos puntos, algo adelantados y que parecían suspendidos en el aire. Seguramente se trataba de aviones Harrier que habían despegado, en caso de ser portaviones, o algunos helicópteros que los ingleses solían desplegar en patrulla adelantada. De manera que lo único que pude hacer es virar nuevamente y poner proa al continente porque por ahí, evidentemente, era imposible pasar”.

“En esos momentos recibo una comunicación de la otra escuadrilla de Canberra –la del primer teniente Alberto Baigorri, (indicativo: Rifle) que había despegado 30 minutos después que la mía–, y me trataba de avisar que por esa zona estaba el ‘gordo’, es decir, el portaviones”.

Por la radio el capitán Nogueira sigue escuchando, imposibilitado de actuar, el desarrollo de las acciones. Por sus auriculares resuena un nervioso “atento, atento, tengo un Harrier arriba”. El numeral tres le advierte al dos que le dispararon misiles. Alcanza a sentir que emprenden una maniobra defensiva y la comunicación termina abruptamente. El avión tripulado por el teniente Eduardo de Ibáñez y el navegador primer teniente Mario González había sido alcanzado por los letales Sidewinder. Ambos fueron vistos cuando descendían en sus paracaídas hacia las frías aguas del Atlántico, el ajeno pero omnipresente enemigo de todos, que cobra dos nuevas víctimas. Las búsquedas posteriores de los dos tripulantes, incluso con el aviso “Sobral”, que resulta atacado con misiles, serían inútiles.

En cuanto al retrasado y averiado avión de la primera escuadrilla, continúa con su vuelo, siempre pegado al mar, de regreso a Trelew. La localización de la base resultó dificultada por el hecho de que las radio ayudas de orientación eran reducidas en horas de la noche en previsión de una incursión enemiga desde el mar, pero finalmente el maltrecho Canberra logró ubicarla y aterrizar, pero con el mínimo de combustible, por lo que le hubiera resultado imposible hacer un segundo circuito si no aterrizaba en el primer intento.

Como hecho anecdótico de esa primera misión de los Mk62 quedó que, durante el trayecto de regreso y al efectuar el capitán Nogueira un informe preliminar por radio, escucharon una voz, en perfecto español pero con una tonada desconocida, que preguntaba si el avión estaba averiado y que tipo de daños tenia. Obviamente se trataba de los británicos que estaban en escucha y se metían en la frecuencia para tratar de obtener información. “Nos quedamos en el molde, por supuesto”.

La experiencia del 1 de mayo motivó que a partir de entonces los Canberra fueran empleados para bombardeos de zona, ya fuera en el empleo clásico a gran altura, habitualmente alrededor de los10.000 metroso en inéditos y riesgosos bombardeos nocturnos a baja cota, en los que los pesados aviones volaban a unos100 metrosdel suelo de las Malvinas, esquivando las colinas, o “cascotes”, como las bautizaron los pilotos, sin más ayuda que la propia visual, muy limitada por razones obvias.

La última misión de bombardeo

La última misión dela Fuerza AéreaArgentina sobre Malvinas fue protagonizada por dos bombarderos MK.62 Canberra y una pareja de interceptores Mirage III para cobertura. Este ataque final tuvo lugar en la noche del 13 de Junio, prácticamente a horas de la capitulación de !as fuerzas argentinas en las islas. Uno de los pilotos de los Canberra, el capitán (entonces primer teniente) Jorge Rivolier, brinda su testimonio sobre ese vuelo.

“Esa última misión nació de un requerimiento de Malvinas, porque en la noche del 13 de junio ya se estaba peleando por la posición de Puerto Argentino. El vuelo se había programado en altura. Prácticamente todos nuestros ataques eran nocturnos pero se hacían en rasante, que resultaba ser la forma más efectiva. Tan es así que ellos nunca pudieron derribar un Canberra en vuelo rasante nocturno. Pero otra cosa es ir a tirar en altura, donde quedábamos constantemente registrados por todos los buques de alerta radar. Pedimos entonces la escolta de una sección de interceptores Mirage III, lo que fue aceptado.”

Poco antes de las diez de la noche despegan los Canberra -el “Baco” 1 tripulado por los capitanes Pastrán (Piloto) y Casado (Navegador) y el “Baco” 2 con Rivolier acompañado por el primer teniente Annino como navegador- y quince minutos después lo hacen los Mirage III, a los mandos del mayor Sánchez y el capitán González. Los bombarderos llevaban su habitual carga de bombas de 500kg y los Mirage cada uno dos misiles aire-aire Matra R-550 Magic.

Tal como estaba previsto, pasan por el extremo sur del estrecho de San Carlos y al pasar la isla Bougainvilie, en un punto determinado sobre el mar, viran hacia el norte para alcanzar el blanco, que estaba situado a unos siete kilómetros de Puerto Argentino.

“A mí siempre me cupo la duda, aún ahora, después de tanto tiempo, que los ingleses nos dejaron llegar porque quizás creyeron que se trataba de una maniobra de diversión, tal como las efectuadas por el Escuadrón “Fénix”, recuerda Rivolier. Entramos así en el rumbo final y, por una diferencia de potencia con el avión guía, yo me quedé un poco atrás y subí unos300 metros. Como tenía mis dudas sobre si estaba bien o no para el lugar donde debía tirar, que estaba determinado por coordenadas, le pregunto al radar Malvinas cómo iba y éste me confirmó la posición que habíamos estimado por instrumentos.”

“Eran cerca de las once de la noche y unas cinco millas antes de llegar al punto tiramos, porque hay que tener en cuenta que las bombas en su caída libre hacen un vuelo. Yo fui el primero en tirar, porque el “Baco” 1, esto 1o supe después, se había desviado un poco al este. Cuando viro para salir por el mismo lugar por donde había entrado, veo cinco resplandores intensos que correspondían a las explosiones y pocos segundos después veo otra serie de resplandores. Era el otro Canberra que también había tirado.”

“Hasta ahí todo había andado bárbaro, los Mirage nos estaban cuidando y de repente cuando los ingleses se dieron cuenta de que no era una maniobra de diversión, que realmente habían tirado con bombas, dijeron “¡A estos tipos los tenemos que bajar!” y ahí empezó el drama de los misiles. El operador del radar Malvinas nos advirtió “cañitas voladoras en el aire” y el jefe de la sección de Mirage nos confirmó luego que vio cinco misiles. Yo personalmente sólo vi uno.”

“Entonces eyecto los tanques suplementarios (de combustible) y cuando estoy en el viraje veo una luz roja que se aproxima desde la derecha, indudablemente era un misil. Le digo al navegador que largue las contramedidas y así lo hace, pero el misil no nos alcanza porque aparentemente había superado su alcance y agotó el combustible.”

“Luego de varios cambios de rumbo, el radar Malvinas canta que había una PAC (Patrulla Aérea de Combate) en el aire pero que estaba relativamente lejos, unas80 millas, lo suficiente como para poder colocar rumbo sur y alejamos sin que nos alcanzaran. Superado todo esto, se ve que el radar de Malvinas tenía la certeza de que algo había ocurrido con uno de los Canberra por eso nos pregunta qué “Baco” era el que contestaba. Contesto que era el 2 y me pide que busque al 1 en esa frecuencia de radio. Lo busqué en las dos frecuencias previstas pero nunca contestó. Me ordenan entonces regresar a la base.”

Al Canberra perdido le había entrado un misil por el portabombas, que impactó en el tanque número uno y ahí estalló. El avión quedó sin control y empezó a caer desde unos12.000 metrosde altitud. El capitán Pastrán ordena eyectarse y él mismo lo hace cuando ya estaban a unos4.000 metros, pero el navegador, capitán Fernando Casado, por alguna razón no pudo hacerlo y muere en su avión, que se estrella en la isla Bougainville. En cuanto a Pastrán, cayó en el mar cerca de la costa y tras llegar a tierra caminó hasta el día siguiente, cuando los británicos lo tomaron prisionero. Los dos Mirage aterrizan en el continente cinco minutos antes de la medianoche y el avión del capitán Rivolier lo haría poco después, ya iniciado el 14 de junio. La última misión ya había concluido.

 

Julio Limardo

Luis Satini

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