La guerra de Malvinas librada en 1982, nos dió el honor de ser convocados en el momento que la patria nos necesitaba, y poder demostrar no solo al pueblo argentino, sino al mundo entero como nos habíamos preparado para esta instancia, con el legado de profesionalismo, capacidad y entrega que nos supieron dejar nuestros antecesores.
El sistema de armas Mirage, desplegó hacia las bases del sur, conformados por los escuadrones 1 y 2 Dagger M-5 y el escuadrón Mirage M-III, con sus oficiales, suboficiales, civiles y soldados.
Es sabido que para que un avión este en vuelo se necesita el avión, el piloto y el mecánico, estas palabras están en singular, pero…. significan mucho más, en el caso del mecánico, quiero decir motoristas, electricistas electrónicos, instrumentalistas, armeros, mecánicos que reparan, preparan, largan y reciben al avión, es un equipo, que se entiende a veces sin hablar, que supera constantemente las adversidades con prontitud y sólidos conocimientos, y si nos remontamos a aquel acontecimiento debemos agregarle que no estábamos en nuestra casa, con un clima que no estábamos acostumbrados, por lo que los medios, eran muy limitados, pero había que preparar nuestros viejos pero nobles aviones para enfrentar a la tercer potencia, ayudada por otras con tecnología más moderna.
Un autor, escribió en su libro que… “cuando una misión se estaba gestando, los aviones estuvieran en plataforma o dispersados por el campo, de improvisto se veían invadidos por un ejército de hormigas”, eran los especialistas que con rapidez e idoneidad acudían a ellos. La navegación era larga, los sistemas de combustibles, hidráulico, oxigeno, los instrumentos , el motor tenían que estar a punto, había que batir al enemigo, por eso las bombas, los cañones, los misiles había que controlarlos una y otra vez, no podían fallar, el asiento eyectable y el paracaídas era el último recurso de vida que tiene el piloto, no hay margen para el error, cuando una misión salía, la despedida era triste, pero había que demostrar optimismo, había que contagiar entusiasmo y ánimo, después la larga espera, cuando regresaban, aun estando los aviones, en el aire y lejos se empezaba a contarlos, la alegría cuando volvían todos, la tristeza cuando alguno no venia, pero….. ni la alegría ni la tristeza podían distraer por mucho tiempo al personal técnico, había que seguir trabajando, pues aún estábamos en guerra.
Las noches no siempre eran para dormir o descansar, oficiales, suboficiales y civiles se turnaban para continuar con las reparaciones y el mantenimiento, y cuando las primeras luces del nuevo día comenzaban a aparecer, los aviones ya estaban listos para nueva misión.
Cuando los medios no alcanzaban para solucionar una novedad se los enviaban a la unidad de origen, y allí estaban los que no pudieron desplegar, que aun estando en su ciudad pasaban días enteros sin ver a su familia y cuando lograban salir a veces a altas horas de la noche recorrían las casas llevando noticias del personal desplegado y al otro día, muy temprano volvían para recoger las cartas que colocaban en cajas de repuestos, en una caja de munición o en alguna parte del avión que volvía a la base de despliegue, para ellos nuestro eterno agradecimiento.
Cada lugar de despliegue también estaba formado por los radaristas, los artilleros y los aviones que hacían distracción al radar enemigo, esos hombres que volaban sin armamento a mezclarse entre los aviones enemigos y los nuestros
Al decir de los pilotos los operadores de radar eran sus ojos, porque no había mayor alegría y tranquilidad que volviendo de una misión, escuchar la voz que les decía “lo tengo en la pantalla”, de ahí en más la tranquilidad y la certeza que los llevarían al centro mismo de la pista, independientemente de la situación climática, por eso se ganaron la admiración de todos, habiendo cumplido una tarea encomiable
Los artilleros, quizás los más sacrificados.
En la reunión del quinto aniversario, me encontré con dos Suboficiales con los que habíamos compartido mi anterior destino en la V Brigada Aérea, cual grande fue nuestra sorpresa porque habíamos estado en la misma Base de despliegue, pero no nos habíamos visto, es que ellos con su gran profesionalismo, habían permanecido todos los días que duró el conflicto en medio del campo, en sus posiciones, en el puesto de combate.
También hoy quiero hacer un especial homenaje al único Suboficial, de esta Unidad que ofrendo su vida en cumplimiento del deber, el Cabo Primero Héctor Hugo Varas, que con sus jóvenes 20 años, el día 10 de mayo, encontró la muerte a bordo del Buque Isla de los Estados.
El As francés Pierre Glostermann en uno de sus notas dijo “la Argentina perdió la guerra, pero la Fuerza Aérea ganó su batalla” todos en cada lugar que nos tocó estar fuimos participes de esa batalla ganada, un compañero y gran amigo mío, un día escribió: si me hubieran mandado a Malvinas, seguramente hubiese tomado un fusil, pero me prepararon para alistar un avión, que es mucho mas poderoso que un fusil.
Por último quiero hacer un exhorto a todos, que así como hemos llegado a conmemorar los treinta años de la gesta, con la mecha encendida de los recuerdos, sigamos perseverando hasta el ultimo día de nuestra vida terrenal, haciendo actos de presencia, dando charlas, desfilando, como sea, porque va a ser la única manera que dentro de muchos años, un niño se pare frente a una plaza o debajo del cartel de una calle y pregunte… “quien fe el Primer Teniente Ardiles? O quién fue el Cabo Primero Varas? O quien fue el Soldado Aguirre? Y haya alguien que con conocimiento le responda: ellos fueron Héroes de la Guerra de Malvinas librada en 1982.
Palabras del Suboficial Mayor Roberto José Vargas, a 30 años del Bautismo de Fuego de la Fuerza Aérea Argentina, en la VI Brigada Aérea Tandil – Buenos Aires – Argentina.
Luis Satini
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