Misión Secreta sobre MLV del 18 abril de 1982

Durante la corta guerra de Malvinas, tan cara a los sentimientos argentinos se desarrollaron una serie de hechos y acciones que nunca salieron a la luz. Ya sea porque las mismas eran misiones aéreas “secretas” o porque en su momento los protagonistas por dolor o encono, respeto o por otras distintas razones no pudieron expresarlas.

Hoy, .. con el acuerdo de los protagonistas sacamos a la luz “La Misión del 18 de abril 82” Es una historia desde dos puntos de vista, el del Piloto de un moderno avión Lear Jet y el de un Aerofotógrafo Militar integrando una tripulación de entonces y operando sensores cartográficos.

Relata el piloto Com. Antonio Buira

Y la oportunidad llegó………después del 2 de abril.

Comenzó mi rehabilitación en aviones turbohélices Guaraní – IA 50 G II, realizando todos los patrones de vuelo alta–media–baja sobre objetivos prefijados, el reencontrarme nuevamente con los fierros, fue motivo de una gran alegría interna, difícil de expresar, nos estábamos preparando para todo tipo de Misión. Los vuelos en cotas altas eran tediosos al igual que los de cota media, los que nos hacían bullir la sangre, eran los vuelos a baja altura, casi rasante diríamos, viendo como se dispersaba el ganado, como la gente salía de sus casas para vernos pasar, como se espantaban las aves, estudiando la forma de esquivarlas, para que no impacten en el avión, estábamos a máxima velocidad permitida, casi 400 Km./h, reviendo todos los patrones, era adrenalina al ciento por ciento, bajábamos empapados de transpiración, por las temperaturas de esa época del año, realizando también vuelos aerofotográficos a diferentes escalas.

Siguió mi rehabilitación, pues con anterioridad el Com. Fernando Estrella, quien confió en mi capacidad me tomo la inspección correspondiente habilitándome como comandante en el sistema de arma Lear Jet 35 A. Era como volver a tocar el cielo con las manos, sentirse en una aguja deslizándose por los aires, volver a estar montado en ese avión era un sueño, dominarlo al máximo para evitar errores, conocerlo hasta el mínimo detalle, sus ruidos, sus vibraciones, su máximo alcance a tanques cero, sus consumos a diferentes cotas y velocidades, con una tripulación de lujo con esos mecánicos del Grupo Técnico II y Miguel (mi amigo y compañero de correrías).

Fueron pasando los días, con Miguel salíamos a todos lados, volábamos juntos tanto en G II como en LR 35 A, hasta que llegó el 16 de abril, la orden para un despliegue aerofotográfico Secreto a Comodoro Rivadavia (IX Brigada Aérea), requerimiento realizado por el Comando de Operaciones Aéreas, para completar la carta aerofotográfica de las Islas Malvinas, la tripulación estaba conformada por: Cap. Miguel Ángel Arques, Cap. Antonio Florentino Buira, Primer Teniente Marcelo Lotufo, el S. Aux. Víctor Martinón y el C.P. Hugo Daniel Bornices, despegamos de Paraná a primera hora, hicimos combustible en CRV, partiendo con destino a las Islas, estábamos contentísimos pues conoceríamos las Islas Malvinas, las condiciones meteorológicas eran fotográficamente buenas.
Realizamos la reunión previa al vuelo, nos dieron el parte meteorológico, presentamos nuestro plan de vuelo y muy compenetrados y felices nos dirigimos al avión porque por un momento las islas serian nuestras, la podríamos apreciar en toda su extensión como se aprecia algo que siempre estuvo dentro nuestro, pero no las conocíamos, tantas veces cantadas y esa era la gran oportunidad.

Apreciamos sus formas, sus verdes, grises, marrones, sus azules y blancos salpicados de casitas de diferentes colores, con su mar azul encrestado por blancas olas; era una imagen única, nuestro avión con el sistema automático aplicado se deslizaba suavemente como compartiendo con nosotros ese momento, como si un calidoscopio nos mostrara las diferentes figuras con sus fulgurantes colores, era algo digno de ver y disfrutar, arriba, un cielo azul con su sol majestuoso, abajo un sin fin de colores entremezclándose, para hacer mas hermoso el momento y dentro del avión un silencio infinito ponía su toque especial a la contemplación, solo lo entiende y lo siente un tripulante que vuela un Lear Jet con todo el sistema automático enganchado. Cada uno de nosotros estaba absorto con ese paisaje maravilloso que se mostraba a nuestros pies. Mientras tanto la artillería antiaérea Argentina, ya desplegada en Malvinas hacia sus prácticas y reglajes de tiro con nuestra incursión, matizando ese diáfano y claro día con algunos honguitos negros que eran las explosiones de las municiones empleadas a distancia de seguridad.

Finalizadas las corridas aerofotográficas pusimos proa a Río Grande haciendo un pasaje rasante sobre una lancha de la Prefectura Naval a modo de saludo que se desplazaba raudamente sobre la costa este de la isla. El material fotográfico obtenido seria procesado y posteriormente entregado al puesto Comando de la FAS para su utilización. A nuestro regreso a la II Brigada Aérea realizaríamos una reunión posterior al vuelo con todos los integrantes del Escudaron ya que comentaríamos nuestra experiencia en vuelo.

El regreso desde las Islas fue hecho, con papel y lápiz en mano, a nivel medio y la segunda etapa a nivel rasante para controlar todos los parámetros y el comportamiento del avión, para que, conociéndolos de antemano, pudiéramos aplicarlos en caso de necesidad y poder jugar con ellos, para sacar el mejor provecho sin tener dudas, fue así que conocimos el mejor nivel y la potencia a aplicar para un consumo y velocidad optima. Tanto fue así que nos encontramos con una potencial formación de hielo la cual ni con los deshieladores aplicados se quitaba de nuestro borde de ataque del plano y el parabrisas estaba blanco, pero no se incrementaba, por eso nuestras dudas, la isoterma de cero grados no podría estar tan baja para producir hielo en planos y parabrisas. Esa duda persistió hasta la plataforma donde nuestro mecánico comprobó que tal hielo no existía “era sal en pequeñas partículas” que se desprendían de las crestas de las olas y se alojaban en las distintas partes de nuestro avión.

Allí aprendimos que para ser más eficientes se debería lavar avión y motor después de un vuelo en esas condiciones de altura sobre mar, además ese día supimos con exactitud cuantas horas y minutos nuestro avión podía volar a tanques cero cero pues no fue necesario cortar motor, se detuvieron SOLOS por falta de combustible, habíamos aterrizado, y de acuerdo a las tablas y nuestros cálculos, con tanques vacíos.

Lo comprobamos de inmediato cuando en la misma plataforma los motores se detuvieron solos. Cosa que nos sirvió de mucho en varias misiones posteriores, a veces no dudábamos en quedarnos unos minutos más en la zona pues conocíamos nuestra autonomía, no estábamos improvisando como se dijo en muchas oportunidades, toda salida era hecha a conciencia y por tablas, estudiando los parámetros para obtener el mejor rendimiento y provecho en los momentos críticos.

Siempre nos acordábamos de: más vale malo conocido que bueno por conocer.

Así incursionamos por Malvinas en varias oportunidades en los días subsiguientes, hasta terminar el trabajo; realizamos la reunión previa al vuelo, constatamos la meteorología en ruta y aeródromos de alternativas y despegamos con destino a Paraná nuestra querida casa como solíamos decir, aterrizamos sin novedad nos presentamos en el Departamento Operaciones donde informamos las novedades concernientes a nuestra misión fotográfica, para luego dirigirnos a almorzar al Casino de Oficiales.

Esta misión SECRETA realizada por la tripulación del Cap. Buira fue también narrada por otro integrante de su tripulación el S. Aux. Martinón quien a propósito relata:

Y así fue que a partir del 16 de abril de 1982 tuvimos que cumplir una secreta misión similar. Misma RPV en Aeroparque, un posterior aterrizaje final en Río Grande. Ya los pilotos habían cambiado, ahora eran los Capitanes Miguel Arques y Antonio Buira y de mecaer el CP López; yo iba ahora como tripulante de fotografía 2do; del Sub Freijo.

Aprovechando la experiencia anterior llevaba otra cámara oblicua y de cine con las que fotografiaría todo lo que pudiéramos mientras hacíamos el relevamiento vertical convencional con cámara cartográfica.

Decíamos que íbamos a cubrir los “huecos” del primer trabajo, aunque en realidad se trataba de completar las dos corridas que faltaban hacia el sur de la ciudad y después fotografiar otras áreas sensibles a las que se había ampliado el requerimiento.

Los vuelos con Buira, Arques y los nombrados arriba, fue rasante, a metros del agua; se podía observar las barreras de olas verdosas azuladas plomo, que se levantaban a nuestro paso como paredes que salpicaban el parabrisas (¿era llovizna?) ¡No!… era sal y espuma de las olas!

A Miguel Arques, ya fallecido, siempre le gustó volar bajo. Ya habíamos tenido ambos una mención durante el 78 por misiones volando rasante para tomar apenas la altura necesaria que nos diera una escala reconocible para fotografiar con precisión. A veces solo quedaban metros entre la piedra y las punteras de alas de los GII fotográficos volando entre los cañadones cordilleranos.

Recuerdo que al aproximarnos a las islas cada peñasco parecía una fragata y en total silencio de radio solo atinábamos a señalarlas sin hablar. Desde allí podría venir cualquier cosa…. mucho se comentaba ya sobre la potencialidad en misiles de las fragatas inglesas, sin embargo, pasamos; nada se interpuso; sacamos las fotos y completamos los huecos faltantes de la nueva misión en dos oportunidades, durante esa ya fría segunda quincena de abril de 1982.

Aprovechando la máxima capacidad con que contábamos: la velocidad.

El avión Lear Jet LR 35-A, es un jet ejecutivo que no contaba con armamento, sin defensas, nuestra misión era solamente el reconocimiento fotográfico e íbamos realmente comprometidos y consustanciados con el trabajo a realizar, un claro e inquietante silencio se producía en cada movimiento, nadie hablaba, allí sobran las palabras. La media hora de vuelo entre Rio Grande y Malvinas parecía interminable, el mar embravecido parecía querer “tragarnos” y las olas interminables y grises parecían pasar a toda velocidad por debajo.

Al retornar a Grande, el entonces Cap. Buira se reía de mí porque en el hangar me puse con el mecánico y una manguera a “desalinizar” el avión. Estaba blanco de la sal del mar salpicado durante el vuelo rasante. ¿A qué altura fuimos y vinimos? metros sobre el mar? ¿Y las olas?? ¿Variantes entre 4 y 5 metros de altura? ¡Que Jóvenes!!! ¡Que inconscientes!! pero que concentración para con el trabajo que debíamos hacer!

Realmente fue una experiencia inolvidable, segundos en los que se piensa todo, Dios, la familia, el temor, el riesgo, y Ya, una luz se enciende y los pensamientos quedan lejos, uno vuelve a ser el tripulante preparado para que todo funcione y podamos obtener de esos “. metales” el mayor provecho. Las millas se devoran… el avión se sacude por el vuelo bajo, una lancha de prefectura pintada de naranja pasa a la altura de las ventanas laterales del Lear, cualquier ola diferente puede llegar a tragarnos y tal vez nadie nunca se entere de nosotros, pero allá vamos.

Las fotografías obtenidas, de las cuales adjunto la vertical de Pto. Argentino es fiel reflejo de esta operación de Reconocimiento con cámara cartográfica vertical, con película aérea en blanco y negro de uso en esa época.

La voz del torrero de Grande resuena todavía en mis oídos, estamos aterrizando de nuevo sanos y salvos en la Isla de Tierra del Fuego, combustible y vuelo urgente a la II Brigada Aérea de Paraná donde los técnicos en procesado esperaban los rollos para el revelado.

-Y luego ya en la noche la angustia hasta el procesado de los negativos y las copias, y a los pilotos esperándonos en la puerta del cuarto oscuro de Paraná ansiosos de saber…Y??? ¿Cómo están??? ¡Están bien! están todas…listas.!!!

Materiales exigidos a su máxima expresión, precauciones tomadas con exceso. Pero nosotros lo habíamos practicado, además éramos profesionales, sabíamos lo que hacíamos y pese a que cumplíamos ordenes íbamos con la mente clara, el riesgo asumido y siempre adelante; para eso habíamos estado volando hacía años, para eso nos habíamos entrenado volando a distintas alturas a veces hasta 6 horas diarias continuas, sin aterrizar, solamente para eso….

Algunas fotos que acompañan esta nota son únicas, nunca reveladas a ningún medio y solo se hacen públicas en esta oportunidad, y para que se conozcan algunas historias que NO fueron escritas…. todavía.

En las presentes fotografías se puede observar el vuelo ya con altura del relevamiento del 18 de abril 82 cubriendo las corridas faltantes que quedaron inconclusas del 19 de marzo por meteorología. Al fondo la pista de Puerto

Historia CONFIRMADA por todos sus protagonistas.

Testimonios:  Com. Antonio Buira (Piloto) – S. Aux. Martinón (Tripulante de fotografía 2do)

Luis Satini

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