No era el día del Teniente López

El 14 de noviembre de 1975, el Ten. Jorge A. López se eyectó del Sabre C-115 por detención del motor. La emergencia se produjo mientras escoltaba al avión presidencial, un Fokker F-28, entre Mendoza y Santiago de Chile. La meteorología estaba bastante complicada para los Sabre. Distintas capas nubosas ocupaban desde los 300 m de techo hasta los 9000. El ascenso, en esas incómodas condiciones, debió realizarse a 280 nudos, velocidad del F-28, que casualmente, no era optima para el Sabre.

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Al salir de la capa, luego de transferir a los Hunter chilenos la custodia del avión presidencial, sobre el punto de notificación Nieves (cerro Juncal, en el límite con Chile), sin aviso, a López se le plantó la turbina, posiblemente por acumulación de hielo en las parrillas, que no habían sido replegadas luego del despegue.

Volando con motor apagado, se dirigió hacia el Este. Entre nubes, vio un claro y, a través de él, un suelo llano. En lugar de seguir y eyectarse en una zona desconocida, seguramente con montañas elevadas, prefirió descender por el agujero, en una espiral muy cerrada. En la picada excedió la velocidad permitida con tanques externos. Los desprendió, pero solo soltó uno. Con el avión cruzado por la asimetría, constató que ya sobrepasaba los 500 nudos.

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Debajo de la capa, rasante sobre el valle, aproximadamente a 200 m del piso, trató de reencender el motor. Suspendió el procedimiento cuando se iluminó la advertencia de fuego delantero. En éste caso, según el manual de vuelo, solo disponía de 4 segundos para eyectarse.

Gracias a la gran velocidad y a las excelentes cualidades aerodinámicas del Sabre, pudo continuar planeando dentro del valle con rumbo Sureste. Como un silencioso alto velero sobrevoló una laguna congelada (del Diamante) y las sinuosidades del río que allí nacía. Hizo otro intento de reencendido con igual suerte que el primero y, tras largos minutos, planeando con escasa velocidad, de la zona montañosa desembocó en la llanura.
En ese lugar se eyectó sin inconvenientes. Entre los valles cordilleranos había planeado 120 kilómetros, en configuración asimétrica, con un tanque externo colocado. Indudablemente, el factor de planeo del F-86F era fabuloso.

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Pero no habían terminado sus vicisitudes. El destino lo había conducido a eyectarse debajo de un cumulonimbo con tormenta eléctrica. Una vez en tierra, infló el bote de supervivencia para cubrirse de la granizada. Así pasó la noche, mojado y temiendo ser alcanzado no sólo por el meteoro, sino por la munición (en los vuelos de escolta iban armados con 1.800 proyectiles .50) que explotaba en los restos del avión alejado unos metros de él. Por la mañana, observó que el Sabre había caído cerca de un río (Diamante).En el bote, navegó corriente abajo hasta el Embalse del Nihuil y, remando con las manos, llegó a la pequeña población de ese nombre. Se presentó en el Destacamento de Policía que ya lo estaba buscando.

Del Tomo IV de la Historia de la FAA

Luis Satini

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